José María Suárez Gallego, Asensio López y Luis del Olmo, en la Cena de los Premios Nacionales de la Cuchara de Palo |
“La tostada de aceite de oliva
virgen extra debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad” Dicho por el periodista Luis del Olmo al
recibir el Premio Nacional Cuchara de
Palo, en Carboneros (Jaén) el 15 de febrero de 2014
(A modo de reflexión gastrosófica sobre la erótica de las tostadas de
pan con aceite de oliva virgen extra)
Las mañanas de los sábados me gusta desarmarlas con la íntima vocación quirúrgica con las que se
disecciona a sí mismo un artilugio doméstico adquirido en los almacenes de los chinos.
Leer la prensa a los sones magistrales del crujir de unas tostadas de pan henchido con aceite de
oliva virgen extra, es una de las actividades que más endorfinas producen en mis entretelas gastronómicas. El verdadero clímax
en esta sorprendente erótica del condumio se alcanza cuando estos menesteres de
la ingesta matutina se ejercen en una terraza, justo en la frontera del “solysombra”
que nos caldea el éxtasis de nuestra holganza.
La cocina es la suprema habilidad de la paciencia, capaz de transmutar la
Naturaleza en Arte –con mayúsculas—, precisamente
en una época en la que el reloj nos tiraniza sin piedad y las prisas se han
afincado en nuestras vidas como sólo saben hacerlo los parientes pejigueras.
Los avances tecnológicos que nos han llevado a creernos a pies juntillas este
mito que llamamos progreso, no siempre son sinónimos de calidad de vida. Baste
con observar que mientras se han conseguido grabar los sonidos, perpetuar las
imágenes, rescatar los sueños e inventarnos una realidad virtual, afortunadamente
aún no se ha descubierto un artefacto que nos describa la geometría de los
sabores de un simple trozo de pan de pueblo preñado con un aceite de oliva virgen
extra. Ni el más sofisticado de los aparatos puede, de momento, “vivir por
nosotros” el mundo de sensaciones que delimitan los puntos cardinales de una mesa con mantel, un
desayuno sin prisa, una tertulia animada y un mundo incorregible plasmado en
las páginas de un periódico.
Frente al último bocado de la
tostada del sábado, reflexiono sobre qué me habrá de helar el corazón
después del desayuno, si será el pan
frito o los picatostes. A fin de cuentas el secreto de la buena vida no es otro
que saber elegir entre la sugerente diversidad del tedio cotidiano. Eso que a
modo de dulce muerte nos va diluyendo en nuestras propias contradicciones.
(@suarezgallego)
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