Cocina, de Alejandro de Loarte (siglo XVII) |
La apabullante ferocidad
con la que la realidad irrumpe en nuestro vivir de cada día a través de los
medios audiovisuales, hace que, a modo de autodefensa, acabemos exiliándonos en
una irrealidad lúdica, como evidencia el auge de las consolas virtuales y los
juegos on-line. Es como si nuestra
conciencia --el conocimiento exacto y reflexivo de las cosas-- se saturara de
la cruda existencia, sobre todo de la que viven otros, y lejos de asustarnos o
conmovernos, simplemente nos resultara indiferente. La consecuencia es que todo
lo que no nos atañe muy directamente acaba resbalándonos, resultándonos más
cómodo, divertido y atrayente perdernos en la verdad posible que esconde toda
ficción y todo misterio, antes que enfrentarnos a la realidad ajena.
Los avances tecnológicos
de las últimas décadas nos han parido engendros gastronómicos que hemos
aceptado sin cuestionarlos, que se encuadran dentro de la irrealidad lúdica de
la que hablamos: Cerveza sin alcohol, leche desnatada, jamón sin tocino,
yogures bio, angulas sin ojos, sucedáneo de marisco, sopas instantáneas, pollos
hormonados, dulces sin azúcar, café descafeinado, pan de chicle y comida rápida
american style, tras la que –dicho
sea de paso— se esconde toda una filosofía de la llamada “ingeniería histórica”
por la cual los pequeños aconteceres de nuestras vidas –y el comer es uno de
ellos-- han de encajarse de forma perfecta y anónima en el puzzle de los
grandes sucesos históricos, siempre acordes éstos con los intereses de quienes
manejan las riendas del mundo. Es a la hora de la comida, precisamente, cuando
los telediarios, entre cucharada y cucharada de sopa, nos hacen creer que
nuestra anodina vida forma parte del devenir glorioso de la Historia.
El gran secreto para que
la democracia funcione reside en la habilidad que sus dirigentes tengan para
“fabricarse” el consentimiento de los ciudadanos, en su mayoría votantes de
diseño que se alimentan de “manjares” que sólo existen como tales en la
etiqueta que los envuelve.
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